POEMA AL CRISTO
¿ En qué piensas tú, muerto, Cristo mio?
¿ Porqué ese velo de tan cerrada noche de tu abundosa cabellera negra de nazareno cae sobre tu frente?
Miras dentro de tí, donde está el reino de Dios; dentro de tí, donde alborea el sueño de las almas vivas.
Blanco tu cuerpo está como el espejo del padre de la luz, del sol vivífico; blanco tu cuerpo al modo de la luna que muerta roda en torno de su madre nuestra cansada bagabunda tierra; blanco tu cuerpo está como la hostia del cielo de la noche soberana, de ese cielo tan negro como el velo de tu abundosa cabellera negra de nazareno.
Que eres, Cristo, el único hombre que sucumbió de pleno grado, triunfador de la muerte, que a la vida por Tí la muerte se ha hecho nuestra madre, por tí la muerte es el amparo dulce que azucara amarguras de la vida; por tí, el hombre muerto que no muere blanco cual luna de la noche.
Es sueño Cristo, la vida y es la muerte vela. Mientras la tierra sueña solitaria, vela la blanca luna; vela el hombre desde su cruz, mientras los hombres sueñan; vela al hombre sin sangre, el hombre blanco, como la luna de la noche negra; vela el hombre que dió toda su sangre, porque las gentes sepan que son hombres.
Tú salvaste a la muerte. Abres tus brazos a la noche, que es negra y muy hermosa, porque el sol de la vida lo ha mirado con sus ojos de fuego; que a la noche morena hizo el sol y tan hermosa.
Y es hermosa la luna solitaria, la blanca luna en la estrellada noche negra cual la abundosa cabellera negra del nazareno.
Blanca luna con el cuerpo del hombre en cruz, espejo del sol de vida, del que nunca muere.
Los rayos, maestro, de un suave lumbre nos guían en la noche de este mundo uniéndonos con la esperanza recia de un día eterno.
Noche cariñosa.
¡ Oh noche, madre de los blandos sueños, madre de la esperanza, dulce noche, noche oscura del alma, eres nodriza de la esperanza en Cristo salvador!
Miguel de Unamuno
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